miércoles, 19 de noviembre de 2008

Fragmentaria



Su vida estaba formada prácticamente por muchos pedacitos. Pedacitos azules de cielo que veía entre los edificios, cuando viajaba para ir al trabajo; pedacitos de charlas que mantenía con los clientes del negocio que atendía -desde triviales estados de tiempo hasta las más fascinantes inquietudes acerca del ser, de la nada, o de la ropa que es talle 35 pero parece para anoréxicas-;pedacitos de anhelos, de aspiraciones, porque ya iban cuatro carreras que empezaba y abandonaba, comenzando por Derecho para ingresar en el maravilloso mundo del Diseño,dejarlo para tramitar una fugaz pasada por Sociología- en qué estaría pensando-, para arribar en la momentanea carrera de Conservación y Restauración de Arte.


Fragmentos, para usar una palabra más fina. Esbozos de cosas que al final no son. O que son una parte del todo. Nada está completo.


Ella era fragmentaria. No sólo por no estar completa, sino porque la completud, si se alcanza, se alcanza, como leería ella en un cuento de Borges, en el instante en que se sabe quién se es.




Ella era. Pero no lo sabía. Tampoco se lo cuestionaba. Y así pululaba por la vida.




Una noche, la fragmentaria se encontró consigo misma, ante el espejo, en medio de un derrame inútil de lágrimas y cursilerías dramáticas típicas de ella. Y dijo basta.



¿Quién puede decir por qué?