martes, 23 de febrero de 2010

Posibles textos bloggereanos de una neurótica con el síndrome de Peter Pan I

A Andretti



Tengo puestas unas pantuflas en forma de botas altas, grises con ribetes en verde y flores también en esos colores. Tengo puesta una remera demasiado larga para remera pero tal vez algo corta para vestido –aunque tapa lo justo y necesario-, y abajo un short floreado que no se ve. Tengo una campera de algodón verde loro con capucha. Tengo lentes para la computadora, tengo mate y estoy sentada frente a la notebook. Básicamente me siento una superheroína, por lo disfrazada. Bizarra- esa palabra en castellano no existe (todavía) en el diccionario, y lo sé pero la uso porque todos lo hacemos y es necesario y nos gusta-, ridícula, de entrecasa. De heroína tengo sólo el disfraz. El toque super lo dan las pantu-botas ( acabo de decidir que inventé esa denominación y que me gusta).


Sí, soy una superheroína cuya criptonita son los finales. Sí. La instancia evaluadora del examen final de la facultad hace que me sienta débil y me ponga a llorar, y hace que el hermoso diálogo que mantengo con un libro cuando no hay examen de por medio, sea una verdadera tortura.


Superheroína por un atuendo de entrecasa, que verdaderamente está para la foto (adjunto foto). Los superpoderes, con o sin traje, jamás los tuve. Este texto es la instancia de catarsis tras el fracaso de no poder asumir la responsabilidad que pesa sobre mis hombros en este instante, y esa es rendir los finales de la materia que yo elegí por voluntad propia y mierda ahora más que nunca entiendo a Sartre (lástima que ya rendí Filosofía I y II).


Superheroína que viene reflexionando desde hace algunos días en que la figura literaria que la identifica por excelencia ya no es la simpática Jo March –con la que tampoco tengo demasiado en común, vamos- sino que es el eterno niño que no quiere crecer, el famoso Peter Pan. Supongo, al menos, que esa es mi manera de enfrentar la responsabilidad que hoy asume la forma de examen final y que quizá mañana asuma la forma de una tesis, o quién sabe qué otra forma. Yo soy Peter y si fuera por mí me iría con Campanita a vivir al país del Nunca Jamás a pelear con piratas –no necesariamente tengo que pelear con piratas; digamos que el casillero “pirata” puede ser rellenado por cualquier otra actividad de placer para el sujeto evasor en cuestión.


Charlando hace poco con una hermosa amiga mía –Eli te quiero mucho, sos una ídola y este año es NUESTRO año-, estábamos hablando de esto de perder la instancia del juego. Uno crece y no juega más. En todo caso, juega a jugar con sus sobrinos, hijos, hermanitos, o lo que sea. Reconozco que a veces con mis sobrinos puedo entrar en el pacto del juego y engancharme verdaderamente y compenetrarme, y de hecho de a poco lo estoy logrando más porque es algo que busco, pero más allá de esas instancias que en definitiva es parcial, el hombre no juega. No jugamos. Una lástima.


Pero ojo, que una de las formas más comunes del juego se manifiesta precisamente frente a la responsabilidad, o sea, hoy hablo concretamente del examen final. Frente a la hoja de los apuntes, todos lo sabemos, se abre, por ejemplo, el maravilloso mundo de las tareas domésticas. Sí. De repente notamos que el piso está sucio y que hay que barrerlo, que la tacita usada que por lo general pasa tres días adentro de la bacha de la cocina, hoy nos molesta, y que esa telaraña infinita e imperceptible que cuelga de lo más alejado del techo nos recuerda que hay un universo de telarañas y polvos arriba de muebles olvidados que merecen la pena ser descubiertos y puestos en libertad.Bueno, tal vez no sea la idea de juego que me estoy replanteando volver a asimilar en mi vida- y en la de todos-, pero sí la considero juego. Porque es evasión. Porque uno lo disfruta. Es eso o sentarse a estudiar. A lo mejor el texto de Dante que estoy leyendo es maravilloso, pero la tacita en la bacha tiene ese encanto de cotidianedad que… qué se yo. Me llama. Y es como un juego. Porque en el juego asumimos roles que no son los que verdaderamente nos identifican. Y si yo el día que me siento a estudiar decido que soy una persona ordenada y empiezo a clasificar mi placar por color (been there, done that), definitivamente estoy asumiendo lo que no soy, y haciendo algo que evidentemente me causa algo más de placer que la hojita con el estudio, porque para sufrir, directamente me siento a estudiar y chau.


Ah, pero este texto no es juego. Este texto es cosa seria. Prosaica y sin ambición literaria, pero cosa seria al fin. ¿Qué como lo sé? Porque decidí que mejor descanso un poquito de rendir finales, porque me está quemando un poquito el cerebro, y agarro esto que me pasa y lo escribo y lo asumo desde un intento de ironía. Y sí, no estoy evadiendo, no estoy tomando un rol que no soy –aunque me estoy metaforizando, con esto de la superheroina, pero en realidad era un juego con mis pantubotas, que están buenísimas-, estoy contando lo que soy (una cobarde que no se anima a rendir), por ende no es un juego esto, por ende es cosa seria –suponiendo que el universo está formado por sistemas binarios y el opuesto al juego es el no-juego o la cosa seria.No importa.


Tomemos estos momentos de mierda, intentemos aplicar algo de lo aprendido en literatura italiana, y transformémoslos en el humorismo piradellano. Esa risa con un toque de amargor. Pero risa al fin. Sí. Tengo miedo a los finales y terror a la posibilidad de no recibirme por no poder superarlo.¿Y?Y… todo. Pero bueno. Esto es un experimento.


De una supereheroína cuyo poder eran las pantubotas. De Peter Pan, que también decidió que quiere ser un niño perdido –como dijo Ceci Dobarán IDOLA- para andar en pijama todo el día- esto del pijama es una genialidad de la que no puedo asumir autoría.


¿Crónica? ¿Ficción? ¿Anécdota? ¿Volveré? No sé, pero dejo un texto, y una foto, y una reflexión nerda, fuente de la maldita materia que desencadenó este delirio por el cual a partir de ahora más de uno me va a mirar raro –y me va a importar reverendamente un comino-: cada hombre, como dice Wilde en la Balada de la cárcel de Reading, mata a lo que ama. Tal vez yo esté haciendo un poco eso.


Pero quiero creer que todavía estoy a tiempo de revertirlo y que con un par de meses de relajación, y psicólogo, y yoga - ¿y Rivotril?¿así se escribe, siquiera?- pueda dejar de matar a mi pobre carrera.


Atentamente, desde el Nunca Jamás,Peter Pan (¡¿ahora resulta que esto tenía formato de carta?!), jugando a la superheroína.