martes, 1 de abril de 2008

¡Desopilante final! Texto para Concurso: Parte II.


La joven, por su parte, no satisfecha con sus cuidados, me seguía diciendo:
-Mirá, vos quedate tranquila, yo estoy con mi novio; cuando lleguemos a Once, yo me quedo con vos mientras él va a buscar un guarda para que te asista, ¿si? Vos quedate tranquila- y mientras ella insistía en que yo mantuviera mi paz interior, yo, que mucha movilidad como para intranquilizarme no tenía, seguía estando a merced de sus cuidados.
Habrían pasado quince minutos cuando el tren paró, y, luego de que bajara toda la gente, subió al vagón un guarda que me ayudó a bajar. Y realmente necesitaba ayuda porque prácticamente no podía moverme de lo débil que estaba. Pasamos los molinetes, y nos dirigimos a una casilla de la cual el guarda extrajo una silla de ruedas, donde depositó el semi-cadáver rescatado que venía a ser yo, mientras llamaba a una ambulancia. Al rato me trajo un vaso de agua en el que diluyó un sobre de azúcar. Al igual que la chica, el guarda me hacía preguntas y me ofrecía cosas:
-¿Te sentís mejor? ¿Querés que te traiga otra cosa? Igual ya viene la ambulancia, vos no te asustes. Qué cosa… ¿Vas a estudiar o a trabajar, ahora? ¿Ah, a trabajar? Ah, tenés tiempo. Bueno, qué suerte. ¿Mejor? ¡Pero si ahora tenés algo de color en esa cara! ¡Claro!, vos debés ser como mi hija, que se levanta a las seis de la mañana y se va a cursar, nomás, así como así, con el estómago vació… Ella cursa ahí en Merlo… Y bueno, como te digo, ella tampoco desayuna y después se anda descomponiendo por ahí. Vos no desayunaste hoy, seguro, ¿o si? Qué cosa, por salir apurado…
Mientras la parte consciente de mí escuchaba el sermón del guarda, apareció un enfermero bastante personaje, gesticulando a cuatro vientos a la par que me tomaba la presión.
-Está baja. Vení, que te llevamos a la ambulancia para ir al hospital Ramos Mejía así te recuperás ahí- y dicho esto, fui trasladada en ambulancia- si, si, con sirena y todo, y acostada en la camilla- al nombrado hospital.
Cuando llegamos, y luego de preguntarme si podía caminar –a todo esto, yo preguntándome si realmente era para tanto…- me depositó –vuelvo a hacer referencia a mi estado cosificado- en una camilla de la guardia, frente a un señor que estaba sentado mirando el mas allá –y que tenía cara de malo-. Para completar el cuadro, en el pasillo había una viejita –muuuy viejita, pobre- que deliraba, y decía en tonos realmente melodramáticos cosas como “auxilio, me tienen encerrada acá, no me dejan salir, auxilio”
-En seguida te atiende un médico, ¿dale? – y divino como llegó, se marchó el personaje inolvidable que me llevó a dar mi primera vuelta en ambulancia con sirena incluida (espero que sea el único acontecimiento ambulatorio de mi vida). Al rato apareció el doctor, que luego de tomarme otra vez la presión, dictaminó: - Te vamos a poner un suero.
- Pero no…- intenté decir que realmente no era necesario, que con un par de medialunas y un café con leche junto a mi librito en un bar estaría como nueva, pero el médico interpretó mi negativa, hablando coloquialmente y sin hacer ninguna alusión despectiva más que a mi misma, como una mariconada de mi parte, diciendo: -Peeeeero no pasa nada- con ese tonito que era mezcla de condescendencia y vergüenza ajena ante semejante pavada. Igual, tan pavota no es esa pavada, porque cuando me enchufó en suero – si, enchufó, con la misma delicadeza con la que uno conecta un lavarropas-, dolió, y posteriores marcas de diámetros descomunales avalan mis palabras…
Así que ahí estaba yo, acostada patas para arriba en una camilla, con un suero en mi brazo, frente a un señor que lo único que hacía era permanecer sentado en su camilla. A todo esto, en esa pseudo-habitación, que quedaba al final del pasillo, había una puerta a la que golpeaban todo el tiempo, como si diese a una parte externa y hubiese gente queriendo entrar todo el tiempo. Muy molesto. Pasó media hora, yo ya no sabía qué hacer, me quería ir, y en un momento me incorporé para ver si el doctor aparecía a liberarme de las garras del inútil suero que no servía para nada – si tan solo hubiesen podido meter el café con las medialunas todo licuado ahí, todavía…- pero el incorporarme solo empeoró las cosas, porque mi sangre empezó a salir por el tubito del suero, y cuando entró un enfermero, el señor cara de malo señaló la pérdida, y el enfermero me retó y me dijo que me acostara. Todo fue muy rápido; no pude decirle que lo único que quería era irme, que ya estaba bien.
-¿Cómo te sentís? A vos te bajó la presión, ¿no?- esta vez era otra doctora, porque había terminado la guardia del anterior. Igual, mucha pregunta pero no me dejó contestarle, porque ahí nomás me puso otro suero.
-Pero yo…- y no me escuchó; enchufó y se fue. A todo esto, yo seguís acostada. Hasta el señor cara de malo pero que no era malo ya se había ido. La puerta seguía recibiendo golpes y llamados que nadie iba a contestar, y la viejita seguía lamentándose, de un modo tan lastimero que uno hubiese pensado que efectivamente la habían atrapado, de no ser porque, entre “auxilios” y “socorros” largó un “che, están golpeando” con un todo tal tranquilo que hasta yo, que estaba lagrimeando –en serio- de la impotencia y de las ganas de irme, no pude evitar reírme.
“Dios, qué bizarrada ”, pensaba. A esta altura ya hacía una hora que estaba en el hospital, sin avisar a nadie porque, para variar, estaba sin crédito. Igual no pensaba llamar a casa para decirle a mamá que estaba en el hospital para que se infarte, si total, solo fue un bajón de presión…
- Bueno, ¿cómo te sentís?- me dijo el enfermero que me había retado antes. Mientras le respondía que estaba bien, él me sacaba el suero.
-Una pregunta… ¿dónde estoy? Sé que esto es el hospital Ramos Mejía, pero ¿cómo hago para llegar hasta Plaza de Mayo?

****************

Una y media del mediodía. Salgo del hospital, tras escuchar las indicaciones del enfermero acerca del colectivo que mejor que dejaba en Plaza de Mayo…y me tomo un taxi.

Llego al trabajo. “Chicas no saben lo que me pasó”, les digo a Flor y a Mariam , mis compañeras de trabajo. La carta de presentación de mi anécdota fue el terrible moretón del antebrazo izquierdo, que tenía un radio de 5 centímetros y que me duró más de dos semanas y pasó por todos los colores del arco iris- lo juro-. Un moretón, como el cielo, a veces puede ser una experiencia plástica maravillosa.

“Pero Julia, andate YA a tu casa, que te sentís mal”, me decía mi jefa. “No gracias, mejor me quedo pancha en el trabajo hasta las ocho, que me viene a buscar mi papá, de lo contrario, ¡otra vez toca Sarmiento!”.

6 comentarios:

Julia dijo...

Aclaro: absolutamente TODO fue real. No inventé ningún personaje, ni ningún diálogo ( obviamente están recreados, pero sobre la base de las más pura y loca VERDAD).

Detalle: la chica que me ayudó en el tren, se llamaba Julia... ¡Qué loco!


(como tres millones de personas más en el mundo.. pensandolo mejor, no es tan loco...)



Nada mas.

Saludos.

Joseph dijo...

¡Noooo, que historia!

Encima todo pasa relativamente cerca de mi casa, la forma más rápida para llegar hasta Plaza de Mayo desde el Hospital Ramos Mejía es caminando 7 cuadras hasta el subte de la línea A.

Pero a esa hora iba a ser para que te desmayes de nuevo, llegues a Plaza de Mayo medio moribunda y te lleven hasta el Hospital Argerich...

Los médicos deben pensar que el suero lo cura todo, lo deben llamar 'el milagrero'.

Realmente, esta es una ciudad que amo de noche, pero odio de día.

Yo creo que después de Cromagnon en el Hospital Ramos Mejía deben estar paranoicos con la catástrofe que se puede estar por venir (?¿).

Ciao!

Rebecca dijo...

Heyy que historia ehhh!!.Bueno, la verdad llegue a este blog(por el señor de que escribió antes, te lei en sus comentarios) y la verdad me gusta muchisimo!!.Será que a mi también me gusta leer?(y justo lei la adicción por los libros,a mi también me suele pasar,je!).Bueno,lindo el blog!.Besos!

Lalo Landa dijo...

Volver a escuchar la historia, pero esta vez por escrito y no en persona, es mas detallista, y se puede ver lo increiblemente bien que escribis y narras... y no porque sea yo el que te lo dice como decis vos, sino porque de verdad me parece muy bueno lo que leo.

Besos.

YO

Anónimo dijo...

Definitivamente es adictivo como un buen chocolate! Pero creo que la sensación que tenés después de haber comprado muchos libros juntos y no saber por cual empezar y querer leerlos todos juntos es incomparable!

A mi también me pasó hace poco que fui a una librería y me compré unos cuantos libros, cuando salí e hice unas cuadras me di cuenta que no me había comprado el libro por el que había ido allá, así que decidí pasar por otra librería y no sólo me compré el que me faltaba, sino que me compré dos más. Cuando me quise dar cuenta me había gastado muucha plata en libros y ese mes creo que viví a pan y agua! xD

Igual te digo que no lo cambio por nada. Ahora que ya los terminé de leer ando con ganas de comprarme más!

Julia dijo...

Paso a contestarrr::
Marlboro-man:

jajajja gracias por el dato de ubicarme espacialmente. Espero no estar nuevamamente por allí - aunque por supuesto viajo tooodos los días en tren...-.

Si. El suero es la yapa del que nó sabe que enchufarle a uno medio hipocondríaco... o a una gila que casi se desamaya en el tren...

Antes del Fin:

muchas gracias! espero verte opinando seguido -ya sean buenas o malas críticas!!!-


Inexperto:

Hola gatoo! gracias por lo que me ponés... ok ok, te creo cuando decís que lo que ponés no lo ponés porque soy tu novia. Espero que no sea tu amor el que te obnubila...Besitos!


Mentecata:

Je... si... he estado ahí. las últimas veces que fui a comprar libros de la facultad volví con 2 para la facu.. y 6 para la vida... (las dos veces la misma cantidad...)
Intenté postear en tu blog acerca del viaje astral, pero me aparece algo raro y como NO SE -lo he aclarado varias veces- usar la PC, no sé si eso está configurado por ustedes a propósito o si yo me la mandé... en fin! Gracias por pasar!





Bueno, mas tarde estaré posteando algo nuevo...

Saludosss!